La efectiva contribución de Mariátegui a la interpretación social del Perú aún no está en condiciones de evaluarse. Las múltiples exégesis realizadas a los '7 Ensayos' suelen comenzar en el texto y terminar en él, cual si no hubiesen, en la misma época, otros aportes de valía que hay necesidad de contrastar. En virtud de esta unilateralidad, la exaltación del pensamiento de Mariátegui resulta inevitable. Y queda garantizada.
Sólo apelando a una lectura horizontal, que coloque en la balanza los diagnósticos y planteamientos contenidosarchivo revista oiga, compilador, director, editor, federico more barrionuevo, hemeroteca, jhon bazan, jhon bazan aguilar, jose carlos mariategui, jose carlos mariategui la chira, pedro planas silva en los '7 Ensayos' con aquellas que circulaban y se difundían en su época, y que Mariátegui conoció, abrirá paso a veredicto mesurado respecto a la contribución realizada por Mariátegui, sin resbalar en las acostumbradas exaltaciones de antaño.
Obsérvese que no estamos refiriéndonos a la validez que pueda otorgarse ahora, hacia 1994, a los '7 Ensayos'. Nos referimos a un proceso de contraste aparentemente más sencillo: verificar, en el contexto de los aportes peruanistas de la década del veinte, cuáles fueron los planteamientos originales o novedosos cuya autoría corresponda reconocer al autor del libro más leído y difundido del Perú.
Carlos Franco, en su estupendo estudio sobre el pensamiento indigenista de Castro Pozo, ha avanzado en esa dirección. Sus conclusiones, susceptibles de anticiparse en la lectura meditada de los aportes de Castro Pozo, han provocado algunos explicables disgustos. Pero, hay que preguntarse, honestamente, ¿es audaz afirmar, acaso, que Castro Pozo, autor de Nuestra comunidad indígena (1924), tuvo una aproximación más realista y certera al problema indígena que José Carlos Mariátegui? ¿No puede suponerse audaz, más bien, haber limitado tanto tiempo la apreciación del problema indígena a lo registrado en los '7 Ensayos', silenciando o minimizando el estudio que publicó tempranamente Castro Pozo, y que fue resultado de su experiencia directa con las comunidades indígenas? La respuesta resulta tan obvia, que hasta parece embarazoso tener que insinuarla.
En esa lectura horizontal de los planteamientos peruanistas formulados en la década del veinte, la obra de César Antonio Ugarte ocupará un lugar privilegiado. Cercano amigo de Mariátegui desde 'Nuestra Época'. Ugarte nació en el Cusco, en 1895. Aunque un año menor puede afirmarse que fueron estrictamente coetáneos. Ambos, con Félix del Valle y César Falcón, fundan en mayo de 1918 la efímera revista 'Nuestra Época', hito trascendente en la biografía del Amauta porque fue ahí cuando se despojó del seudónimo Juan Croniqueur y pidió a Dios y a los lectores por todos los pecados cometidos con ese seudónimo. En esta primera convergencia, cuando Ugarte precisamente había publicado un estudio sobre las comunidades indígenas y el problema agrario peruano, se percibe, en ambos, diagnósticos y propuestas comunes. Un estudio de Ugarte sobre el anquilosamiento de los partidos políticos, publicado en el primer número de 'Nuestra Época', es ampliado y reforzado por Mariátegui en el número siguiente, con expresa mención al cusqueño. Ambos polemizan, entonces, con Manzanilla, que postulaba la renovación del sistema de partidos.
El viaje a Italia de Mariátegui, escinde temporalmente las biografías. Pero, a su retorno al Perú, habrá encontrado a Ugarte como secretario de redacción de la revista Mercurio Peruano. Y en esta revista, habrá leído los sugerentes estudios que ya publicaba el escritor cusqueño. Por ejemplo: 'La propiedad agraria en el Perú' ('Mercurio Peruano' Nº 53-54, nov-dic 1922), analizando las virtudes e inconvenientes surgidos en las reformas aplicadas en países como Rumania, Bulgaria y Checoslovaquia, alertando las razones de su fracaso, a fin de no repetir los mismos errores.
En esa línea de estudios continúa Ugarte entre abril de 1923 y agosto de 1925, cuando Mariátegui, que ya se encuentra ejerciendo el periodismo en Lima, aún no hace suya la columna 'Peruanicemos al Perú'. En ese período, en el que podemos imaginar un nuevo punto de convergencia el ambiente cultural de la época, Ugarte publica nuevos ensayos en 'Mercurio Peruano: historia económica y financiera del Perú, política agraria en la República, hacienda pública colonial, organización económica del Incario, etc. Si bien algunos de estos trabajos se incorporaron, ampliados, a su libro 'Boceto de la Historia Económica del Perú' (1926), debemos suponer que Mariátegui siguió con atención la publicación de estos ensayos dedicados a la evolución económica del Perú.
Como, se sabe, el tercer ensayo de Mariátegui ('El problema de la tierra') fue publicado originalmente en la revista Mundial, en la columna 'Peruanicemos al Perú', entre abril y junio de 1927. Numerosos de sus juicios se apoyan en el estudio económico de Ugarte, publicado el año anterior como libro. Aparentemente, esta preocupación temática común puede calificarse como un nuevo punto de convergencia. Restaría lo más importante: el contraste entre ambos diagnósticos.
¿Cómo valoró la revista Amauta, que circulaba desde setiembre de 1926, al libro de historia económica publicado por Ugarte? La reseña estuvo a cargo de Carlos Manuel Cox y su principal, aunque no único cuestionamiento, se dirige al prólogo del libro. En él, Ugarte había distinguido entre la innegable preponderancia de los factores económicos en la historia política y social y la unilateralidad que se derivaba del uso del materialismo histórico como herramienta de análisis. Las reservas de Ugarte respecto al materialismo histórico son calificadas por Cox, quien cita en dos oportunidades a Mariátegui, como una 'liviandad'. Este nuevo punto de convergencia ya perfila una nítida divergencia entre la orientación social de los estudios de Ugarte y la orientación que Mariátegui formulaba desde 'Amauta', como 'revista de vanguardia'.
La siguiente divergencia, aunque no está vinculado a estudios peruanistas, se produjo en la propia revista Amauta. Al parecer, Mariátegui invitó a Ugarte a escribir para 'Amauta' un completo estudio (histórico, económico, ideológico, político y social) del régimen soviético fechado en enero de 1929, que fue publicado en dos entregas: 'Amauta' Nº 20 (enero de 1929; pp. 1-12) y 'Amauta' Nº 21 (febrero-marzo de 1929; pp. 45-62). Desde el inicio, se presenta Ugarte como un simple estudioso, totalmente aséptico. La obra realizada en Rusia es un gran experimento social "y no debe ser ignorada por ningún hombre culto, cualquiera que sea su orientación intelectual". Sin embargo, al finalizar, incluyó unas 'apreciaciones críticas', destinadas particularmente a poner en cuestión la concepción leninista de "dictadura del proletariado". Sostiene que será el progreso educativo y político de las clases trabajadoras y la participación cada vez más efectiva y vigorosa del pueblo en el gobierno, la que logrará conciliar socialismo y democracia. Y, tras comparar al fascismo y al comunismo soviético como expresiones de la desorientación espiritual de la época y del caso generado por la guerra, previene que una dictadura, cualquiera sea, corre siempre el riesgo de perpetuarse y de cometer injusticias y arbitrariedades, que hacen imposible la conciliación del socialismo con las libertades democráticas.
La convergencia, en este caso, produce una nueva divergencia. Estas apreciaciones críticas, aparecen marcadas por una larga nota de redacción, suscrita con las iniciadas de Mariátegui. El contraste entre ambas posiciones no puede ser más sugerente. Sostiene Mariátegui que, leídas estas críticas de Ugarte, las diferencias son 'obvias' para los lectores y plantea un conjunto de reparos a los 'prejuicios' de Ugarte, a quien sin embargo le reconoce honestidad y seriedad en sus juicios. Suponemos que lo de 'obvias' debe vincularse al trabajo 'Defensa del marxismo' que Mariátegui publicaba en esas mismas fechas, por entregas, y donde se apreciaban frontales cuestionamientos hacia Henri de Man y otros autores que probablemente estuviesen próximos a los principios que César Antonio Ugarte defendía en la conclusión de su estudio.
Esta última divergencia parece sumamente útil para conocer la efectiva repercusión que tuvieron las tendencias sociales de la época en el Perú y las posiciones, influencias y autonomías asumidas por cada quien. Aparentemente, la mejor, manera de 'ubicar históricamente' a Mariátegui, amainado las inevitables diferencias que emanan de la interpretación, será emprendiendo una lectura horizontal que estimule el contraste entre los planteamientos y las reacciones habidas en su propia generación, en la década del veinte. De este modo podrá evitarse, además, la vieja costumbre de hacer de Mariátegui una suerte de mecanismo de proyección que inevitablemente culmina en una exitosa identificación política –y hasta personal – con el Amauta N° 17.
Sólo apelando a una lectura horizontal, que coloque en la balanza los diagnósticos y planteamientos contenidosarchivo revista oiga, compilador, director, editor, federico more barrionuevo, hemeroteca, jhon bazan, jhon bazan aguilar, jose carlos mariategui, jose carlos mariategui la chira, pedro planas silva en los '7 Ensayos' con aquellas que circulaban y se difundían en su época, y que Mariátegui conoció, abrirá paso a veredicto mesurado respecto a la contribución realizada por Mariátegui, sin resbalar en las acostumbradas exaltaciones de antaño.
Obsérvese que no estamos refiriéndonos a la validez que pueda otorgarse ahora, hacia 1994, a los '7 Ensayos'. Nos referimos a un proceso de contraste aparentemente más sencillo: verificar, en el contexto de los aportes peruanistas de la década del veinte, cuáles fueron los planteamientos originales o novedosos cuya autoría corresponda reconocer al autor del libro más leído y difundido del Perú.
Carlos Franco, en su estupendo estudio sobre el pensamiento indigenista de Castro Pozo, ha avanzado en esa dirección. Sus conclusiones, susceptibles de anticiparse en la lectura meditada de los aportes de Castro Pozo, han provocado algunos explicables disgustos. Pero, hay que preguntarse, honestamente, ¿es audaz afirmar, acaso, que Castro Pozo, autor de Nuestra comunidad indígena (1924), tuvo una aproximación más realista y certera al problema indígena que José Carlos Mariátegui? ¿No puede suponerse audaz, más bien, haber limitado tanto tiempo la apreciación del problema indígena a lo registrado en los '7 Ensayos', silenciando o minimizando el estudio que publicó tempranamente Castro Pozo, y que fue resultado de su experiencia directa con las comunidades indígenas? La respuesta resulta tan obvia, que hasta parece embarazoso tener que insinuarla.
En esa lectura horizontal de los planteamientos peruanistas formulados en la década del veinte, la obra de César Antonio Ugarte ocupará un lugar privilegiado. Cercano amigo de Mariátegui desde 'Nuestra Época'. Ugarte nació en el Cusco, en 1895. Aunque un año menor puede afirmarse que fueron estrictamente coetáneos. Ambos, con Félix del Valle y César Falcón, fundan en mayo de 1918 la efímera revista 'Nuestra Época', hito trascendente en la biografía del Amauta porque fue ahí cuando se despojó del seudónimo Juan Croniqueur y pidió a Dios y a los lectores por todos los pecados cometidos con ese seudónimo. En esta primera convergencia, cuando Ugarte precisamente había publicado un estudio sobre las comunidades indígenas y el problema agrario peruano, se percibe, en ambos, diagnósticos y propuestas comunes. Un estudio de Ugarte sobre el anquilosamiento de los partidos políticos, publicado en el primer número de 'Nuestra Época', es ampliado y reforzado por Mariátegui en el número siguiente, con expresa mención al cusqueño. Ambos polemizan, entonces, con Manzanilla, que postulaba la renovación del sistema de partidos.
El viaje a Italia de Mariátegui, escinde temporalmente las biografías. Pero, a su retorno al Perú, habrá encontrado a Ugarte como secretario de redacción de la revista Mercurio Peruano. Y en esta revista, habrá leído los sugerentes estudios que ya publicaba el escritor cusqueño. Por ejemplo: 'La propiedad agraria en el Perú' ('Mercurio Peruano' Nº 53-54, nov-dic 1922), analizando las virtudes e inconvenientes surgidos en las reformas aplicadas en países como Rumania, Bulgaria y Checoslovaquia, alertando las razones de su fracaso, a fin de no repetir los mismos errores.
En esa línea de estudios continúa Ugarte entre abril de 1923 y agosto de 1925, cuando Mariátegui, que ya se encuentra ejerciendo el periodismo en Lima, aún no hace suya la columna 'Peruanicemos al Perú'. En ese período, en el que podemos imaginar un nuevo punto de convergencia el ambiente cultural de la época, Ugarte publica nuevos ensayos en 'Mercurio Peruano: historia económica y financiera del Perú, política agraria en la República, hacienda pública colonial, organización económica del Incario, etc. Si bien algunos de estos trabajos se incorporaron, ampliados, a su libro 'Boceto de la Historia Económica del Perú' (1926), debemos suponer que Mariátegui siguió con atención la publicación de estos ensayos dedicados a la evolución económica del Perú.
Como, se sabe, el tercer ensayo de Mariátegui ('El problema de la tierra') fue publicado originalmente en la revista Mundial, en la columna 'Peruanicemos al Perú', entre abril y junio de 1927. Numerosos de sus juicios se apoyan en el estudio económico de Ugarte, publicado el año anterior como libro. Aparentemente, esta preocupación temática común puede calificarse como un nuevo punto de convergencia. Restaría lo más importante: el contraste entre ambos diagnósticos.
¿Cómo valoró la revista Amauta, que circulaba desde setiembre de 1926, al libro de historia económica publicado por Ugarte? La reseña estuvo a cargo de Carlos Manuel Cox y su principal, aunque no único cuestionamiento, se dirige al prólogo del libro. En él, Ugarte había distinguido entre la innegable preponderancia de los factores económicos en la historia política y social y la unilateralidad que se derivaba del uso del materialismo histórico como herramienta de análisis. Las reservas de Ugarte respecto al materialismo histórico son calificadas por Cox, quien cita en dos oportunidades a Mariátegui, como una 'liviandad'. Este nuevo punto de convergencia ya perfila una nítida divergencia entre la orientación social de los estudios de Ugarte y la orientación que Mariátegui formulaba desde 'Amauta', como 'revista de vanguardia'.
La siguiente divergencia, aunque no está vinculado a estudios peruanistas, se produjo en la propia revista Amauta. Al parecer, Mariátegui invitó a Ugarte a escribir para 'Amauta' un completo estudio (histórico, económico, ideológico, político y social) del régimen soviético fechado en enero de 1929, que fue publicado en dos entregas: 'Amauta' Nº 20 (enero de 1929; pp. 1-12) y 'Amauta' Nº 21 (febrero-marzo de 1929; pp. 45-62). Desde el inicio, se presenta Ugarte como un simple estudioso, totalmente aséptico. La obra realizada en Rusia es un gran experimento social "y no debe ser ignorada por ningún hombre culto, cualquiera que sea su orientación intelectual". Sin embargo, al finalizar, incluyó unas 'apreciaciones críticas', destinadas particularmente a poner en cuestión la concepción leninista de "dictadura del proletariado". Sostiene que será el progreso educativo y político de las clases trabajadoras y la participación cada vez más efectiva y vigorosa del pueblo en el gobierno, la que logrará conciliar socialismo y democracia. Y, tras comparar al fascismo y al comunismo soviético como expresiones de la desorientación espiritual de la época y del caso generado por la guerra, previene que una dictadura, cualquiera sea, corre siempre el riesgo de perpetuarse y de cometer injusticias y arbitrariedades, que hacen imposible la conciliación del socialismo con las libertades democráticas.
La convergencia, en este caso, produce una nueva divergencia. Estas apreciaciones críticas, aparecen marcadas por una larga nota de redacción, suscrita con las iniciadas de Mariátegui. El contraste entre ambas posiciones no puede ser más sugerente. Sostiene Mariátegui que, leídas estas críticas de Ugarte, las diferencias son 'obvias' para los lectores y plantea un conjunto de reparos a los 'prejuicios' de Ugarte, a quien sin embargo le reconoce honestidad y seriedad en sus juicios. Suponemos que lo de 'obvias' debe vincularse al trabajo 'Defensa del marxismo' que Mariátegui publicaba en esas mismas fechas, por entregas, y donde se apreciaban frontales cuestionamientos hacia Henri de Man y otros autores que probablemente estuviesen próximos a los principios que César Antonio Ugarte defendía en la conclusión de su estudio.
Esta última divergencia parece sumamente útil para conocer la efectiva repercusión que tuvieron las tendencias sociales de la época en el Perú y las posiciones, influencias y autonomías asumidas por cada quien. Aparentemente, la mejor, manera de 'ubicar históricamente' a Mariátegui, amainado las inevitables diferencias que emanan de la interpretación, será emprendiendo una lectura horizontal que estimule el contraste entre los planteamientos y las reacciones habidas en su propia generación, en la década del veinte. De este modo podrá evitarse, además, la vieja costumbre de hacer de Mariátegui una suerte de mecanismo de proyección que inevitablemente culmina en una exitosa identificación política –y hasta personal – con el Amauta N° 17.
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