José Carlos Mariátegui pasó su niñez y su infancia en el pueblo de Huacho, al norte de Lima, de donde procedía su señora madre Amalia La Chira. En 1901, junto con su hermano Julio César, fue matriculado en la escuela del barrio, ubicada en la hoy avenida 28 de Julio, vía central de Huacho. En ese pueblo tendría su primer contacto intelectual, pues el poeta de América, José Santos Chocano, se encontraba declamando sus versos en el club Unión de Huacho. Si bien Mariátegui se acercó por curiosidad, quedó impresionado ante la fortaleza declamatoria del vate. Y se quedó escuchándolo, intentando memorizar algunas estrofas del poemario recitado.
Pero el hecho principal, que afectaría hondamente a Mariátegui, se produjo en 1902, con su condiscípulo José Marcenaro Bisso, hijo del dueño de la cuadra donde estaba el colegio. No está claro si a la hora del recreo jugaban ellos a los empujones o si Marcenaro agredió al joven Mariátegui, lo cierto es que este presunto jugueteo provocó la aparatosa caída del niño José Carlos produciéndole un hematoma en la pierna izquierda y, después, la cojera que padecería toda la vida. El director y los alumnos intentan restablecer a Mariátegui, quien no puede ponerse en pie. Llega su madre al colegio y envía al joven al consultorio del doctor Abel de Matto, médico titular de Huacho. Este, tras auscultar al niño doliente, dispone que sea trasladado a Lima, a fin de ser intervenido quirúrgicamente en el lapso de la distancia. Con la pierna hinchada, Mariátegui viaja con su madre a Lima y es tratado por el Dr. Félix Larré, cirujano-traumatólogo de la Maison de Santé, ubicada a espaldas del Poder Judicial. Con gran soledad, rodeado de lecturas y del amor de su madre, José Carlos estaría internado en la clínica durante tres meses y medio. Al levantarse cojea, pero ya no volvería más a su querido Huacho, en donde quedó anclado el recuerdo del suceso con su condiscípulo Marcenaro.
Rengueando para siempre, Mariátegui se instaló en la calle León de Andrade, donde hoy está ubicado el cine Lido y ahí vivió desde los 8 años (1902) hasta los 17 años (1911), cuando ingresa trabajar en 'La Prensa'. En todo ese tiempo, obligado a veces al reposo, incrementa José Carlos su avidez por la lectura. En 1910, según ha descubierto Guillermo Rouillón, aparece José Carlos, quien tiene solamente 16 años, en la lista de suscriptores del diario El Comercio. Como si estuviese todo ello predestinado.
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