martes, 2 de junio de 2009

Alumno en la Universidad Católica - Oiga 13/06/1994

Guillermo Rouillon indago por que JCM quería aprender latín.

TRAS su consagración literaria, Mariategui se matricula en la Universidad Católica, recientemente establecida por el reverendo padre Jorge Dintilhac SS.CC., de nacionalidad francesa, en calidad de alumno libre para seguir las asignaciones de latín y filosofía escolástica.

Indudablemente que esta decisión en José Carlos produ­jo cierto asombro y hasta diría­mos desconcierto entre sus cófrades colónidos y dirigen­tes obreros con los cuales man­tenía relaciones de amistad. Sobre todo, si se tiene en cuen­ta su actitud de autodidacta y recalcitrante antiacademista que venía propiciando. Pero está claro, ello respondía al dualismo que caracterizaba su conducta. Aunque por otra parte debemos reflexionar acerca de aquella frase prove­niente de José Carlos: "Desde muy temprana edad salí en busca de Dios". Y naturalmen­te, según su dilecto amigo y maestro, el reverendo padre Pedro Martínez Vélez O.S.A., español –principal y constante animador de la obra del padre Dintilhac–, la Universidad Ca­tólica constituía uno de los in­contables caminos que de he­cho conducen ante el Ser Su­premo. Aquel sacerdote, con­vertido en una especie de director espiritual de Juan Cro­niqueur, lo catequiza y lo in­quieta a inscribirse en ese cen­tro de estudios. Era ciertamen­te Mariátegui un creyente fer­voroso.

Gracias pues a su amigo y colega Carlos Pérez Cánepa, director de las revistas Lulú y Mundo Limeño, José Carlos conoce al padre Martínez Vé­lez. Este sacerdote agustino ha­bía escrito el prólogo del libro de Pérez Cánepa: 'Horas de misticismo, de dolor y de mis­terio'. Además, Juan Croni­queur era un asiduo y entusias­ta lector de los artículos que publicara el mencionado sacerdote en la prensa local; en­tre ellos recordaba 'La poesía religiosa', dada a la estampa en la revista Cultura (Lima, 1915).

También concurría para aprender latín, el inseparable amigo de Juan Croniqueur, César Falcón. Ambos jóvenes periodistas, entre clase y clase, dialogaban con el profesor so­bre temas de palpitante actua­lidad. No olvidemos que este maestro, aparte de sus dotes intelectuales, era tolerante con los hombres de ideas contrarias a las de él. Más de una vez hubo de conversar y discutir, cordialmente, con don Manuel González Prada, quien por esa época ejercía la dirección de la Biblioteca Nacional.

Cabe admitir, por otro lado, en cuanto a las causas que lle­varon a matricularse a Mariá­tegui como alumno de la Uni­versidad Católica: la utilidad del latín para un mayor conoci­miento del idioma castellano y en el caso de los estudios filo­sóficos, la inquietud que empe­zaba a apoderarse de él por tal disciplina. Conviene no dejar de mencionar otro móvil (aun­que de menor valor), pero esencial, para comprender la disposición de José Carlos. Y es el hecho de que deseaba, con ahínco, alcanzar superioridad sobre sus parientes pa­ternos mediante la inteligencia cultivada.

(Extraída de “La creación heroica de José Carlos Mariategui”. Tomo I: “La edad de Piedra”).


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