martes, 2 de junio de 2009

La escena contemporánea - Oiga 13/06/1994

El primer libro de Mariá­tegui 'La Escena Contem­poránea' (1925), reúne, básicamente, cinco artí­culos publicados en la revista Mundial' y varios –otros– en 'Variedades', du­rante los años 1923 y 1925. En esta obra primigenia, de estilo ágil y límpido, se proyectan –con el mismo Amauta lo señalara en el prólogo– sus 'impresio­nes' sobre diversos personajes e ideas del campo de la política internacional y literatura universal, pero sobre todo del mundo europeo.

La preocupación fundamental del pensador socialista, por aquellos días, desde su retorno al Perú, se define clara­mente por los temas europeos, cuyo desenvolvimiento y proceso conoce de cerca por haber radicado en Italia ("don­de desposó una mujer y algunas ideas"), Francia y Alemania, durante los casi cuatro años que anduvo por el viejo mundo como becario de bellas artes.

La primera obra de un escritor, como los dulces amores de la primera moce­dad, marca siempre una raíz y un derro­tero. 'La Escena Contemporánea' es pues, sin duda, un libro sobre Europa, aunque tangencialmente se refiera a cuestiones del oriente y plasme breves semblanzas de Rabinadrath Tagore y Gandhi. Es curioso observar que los no­vecentistas –generación anterior y con­testaría a la de Mariátegui, a quienes acusó de colonialistas y extranjerizan­tes– iniciaron su sólida producción ana­lítica con temas nacionales: José de la Riva Agüero con 'El Carácter de la Lite­ratura del Perú Independiente' (1905), Francisco García Calderón con el pri­mer ensayo orgánico sobre el país 'El Perú Contemporáneo' (1907) y Víctor Andrés Belaunde con 'El Perú antiguo y los modernos sociólogos' (1908), entre otros.

'La Escena Contemporánea' se ubica nítidamente en la línea de los apuntes y crónicas sobre corrientes ideológicas y hechos mundiales que Francisco García Calderón había iniciado en el Perú con 'De Litteris' (1904)y que había prestigia­do desde Europa, con 'Profesores de Idealismo' (1908), 'Ideas e Impresiones' (1917), 'Ideologías' (1919) y 'El dilema de la Gran Guerra' (1919) y proseguiría después con 'Europa inquieta' (1925) o 'La herencia de Lenin' (1929). Por entonces, el magisterio de García Calde­rón era continental y un estudioso de la eximia calidad y fina percepción del Amauta, no podía estar ajeno a su estilo ni a su obra.

La calificación de Mariátegui como 'europeísta' había sido alimentada, lenta e inconscientemente, por él mismo. A partir del 2.5.20 hasta el 23.4.22, enviaba puntualmente, desde la patria de Dante, al diario limeño 'El Tiempo', sus crónicas sobre diversos tópicos internacionales. Los textos de estas contribuciones se recogen en el tomo 15 de sus obras completas, bajo el título 'Cartas de Italia'. A su regreso al Perú, dicta 17 conferencias en la universidad popular 'González Prada', entre junio de 1923 y enero de 1924. El tema asignado, con un nutrido y detallado programa, denota su especialización: 'Historia de la crisismundial'. A la par, en la columna 'Figuras y aspectos de la vida mundial' de la revista Variedades', escribe semanal­mente, desde setiembre de 1923, sobre temas europeos y de la escena mundial que se derivan del análisis de los cables noticiosos llegados al Perú. El titulo con el que originalmente se anuncia su libro sobre hechos mundiales es el que co­rresponde a su columna de 'Variedades': 'Figuras y aspectos de la vida mundial'.

El contraste con las preocupaciones peruanistas que existían en el Perú des­de la obra inaugurada por la generación del 900, debió ser grande. A los estudios nacionales legados por los novecentis­tas, se aúna la profusa producción litera­ria sobre temas peruanos que realizaba la generación del Centenario. Luis Al­berto Sánchez había presentado 'Los poetas de la Colonia y de la Revolución' (1921), Castro Pozo 'Nuestra Comuni­dad Indígena' (1924), López Albújar 'Te­mas Andinos' (1924) y César Vallejo una novela corta 'Tragedia Andina'. César Antonio Ligarte había estudiado el pro­blema agrario peruano desde el remoto Incario hasta la República, Encinas la legislación tutelar indígena y Jorge Gui­llermo Leguía, Raúl Porras y Jorge Ba­ladre iniciaban su producción sobre te­mas nacionales. Inclusive un escritor de enorme talento y con larga residencia parisiense, como Ventura García Calde­rón, había publicado, en 1924, algunos cuentos sobre asuntos indígenas, reco­gidos bajo el título 'La Venganza del cóndor'. En este contexto profusamente peruanista, la dedicación de Mariátegui a temas internacionales, y su primer libro, aparecido en 1925, resultaron, pues, un poco extraños.

Según hemos podido observar, sólo desde setiembre de 1925 Mariátegui inicia su periplo como pensador perua­nista. Esto ocurre cuando se hace cargo de la sección 'Peruanicemos el Perú' de la revista 'Mundial', que tenía a su cargo Gastón Roger. A los 31 años empezó su meritoria carrera como ensayista.

En los '7 ensayos de interpretación de la realidad peruana' (1928), Mariáte­gui busca desterrar su imagen extranje­ra, y a nuestro modo, tiene éxito total. En la advertencia de este segundo libro suyo, anota: 'No faltan quienes me su­ponen un europeizante, ajeno a los he­chos y cuestiones de mi país. Que mi obra se encargue de justificarme, contra esa barata e interesada conjetura. He hecho en Europa mi mejor aprendizaje'.

En 'La Escena Contemporánea', Ma­riátegui aborda el análisis de los tres grandes sistemas ideopolíticos entonces dominantes: el fascismo, la democracia y el socialismo. En estas pulidas y ágiles páginas, a la par del agudo escrutador, aparece el profeta, el fautor (terminó que gustaba utilizar) de una nueva esté­tica, espíritu y sentimiento de la revolu­ción. La influencia de Sorel y su teoría de los mitos como idea –fuerza se vislum­bra nítidamente.

Con cierta emoción, preconiza que la batalla final no será entre el fascismo y la débil democracia, sino entre dos movi­mientos alentados por la mística: el fascismo y el comunismo. En su concepto, la democracia liberal y burguesa es dé­bil, tímida, pálida, sin élan vital para la labor creadora y heroica. Es apática y carece del misticismo, revolucionario o reaccionario, de esos otros dos siste­mas. Cuando traza la semblanza de Lloyd George, Mariátegui describe, en puridad, su cuestionamiento de la de­mocracia.

El hábil político inglés, en la pluma del Amauta, se torna en un típico representante del 'compromiso', de la tran­sacción, de la reforma'.

Mariátegui pronostica en su primer libro la consolidación de la revolución socialista en Rusia y, en sentimientos mejor explicitados en otras obras, pre­coniza su conversión como nueva na­ción dominadora del mundo. Siguiendo los anuncios de Marx, Mariátegui, meti­culoso analista del fenómeno fascista, se permitía vaticinar que Alemania será el segundo país soviético. Y que democra­cia, acorralada, no pertenecería a las sensaciones del presente ni del futuro.

Seguro ha de hablarse hoy de una 'nueva escena contemporánea', a raíz de la caída del socialismo, en 1989. Pero la 'nueva escena contemporánea' que rom­pe el esquema y los pronósticos bélicos de Mariátegui, se deben ubicar en 1945, cuando la victoria de los aliados sobre el fascismo en la segunda guerra mundial demostró el vigor de los países demo­cráticos. El mundo real y de los hechos, a los cuales dedicó su pluma en 'La Escena Contemporánea', ya se habían encaminado desde 1933 por rumbos inimaginados: la ascensión al poder de Hitler, poseído de esa mística, resultó una verdadera pesadilla.

Sobre el mundo socialista que Mariá­tegui presentía como arquetipo de la sociedad futura, pocos quizá pudieron prever que comenzaría a derrumbarse con estrépito, una mañana de 1989, cuando el Muro de Berlín caía a peda­zos. Y la lucha final, que fue la lucha entre el socialismo y la democracia, fue ganada por la democracia.

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